





El cementerio está ubicado a escasos metros de la basílica de Begoña y su terreno
consta de 10.000 m2. La documentación más antigua que se puede encontrar en los archivos
municipales y forales es del año 1811, y hace referencia a la respuesta por parte del consejo
municipal de Bilbao al de Begoña, sobre las rentas a contribuir para la construcción del
nuevo cementerio. En el archivo de la Diputación Foral de Bizkaia se conservan varios
documentos donde se plantea la problemática que supone la financiación de este
camposanto y que la iglesia de Santa María de Begoña dispusiera de recursos para mantener
el culto.
En el año 1813 el Ayuntamiento de Bilbao ratificó la obligatoriedad de que todos los
fallecidos de religión católica fuesen enterrados en los cementerios de Begoña y San
Francisco, y establece sanciones para evitar enterramientos en la huerta del Convento de la
Cruz (actual Museo Vasco).
En el año 1814 el Cementerio de Begoña ya estaba en funcionamiento como se
demuestra en el Acuerdo que toma el Ayuntamiento de Bilbao para trasladar los cadáveres
desde el Cementerio de San Francisco a dicha ubicación.
El Cementerio de Begoña fue construido siguiendo los modelos arquitectónicos del
siglo XIX: planta rectangular claustral, cerramiento de su perímetro en piedra para evitar
profanaciones, entrada monumental, capilla y otras dependencias auxiliares como el
depósito de cadáveres, sala de autopsias y el despacho del capellán. Las continuas
ampliaciones del recinto transformaron la planta del mismo y aumentaron de gran manera
la capacidad para las inhumaciones, también se construyó una capilla de mayores
dimensiones que fue arrasada en un incendio, pero los restos de esta aún se mantienen en
el antiguo espacio cementerial.
Este cementerio consta de una doble entrada, cuya finalidad es crear un espacio de
tránsito entre el espacio no sagrado y el sagrado. La entrada exterior por la que se accede
desde la calle Virgen de Begoña es de carácter sencillo y dispone de una verja más o menos
artística para proteger el recinto funerario.
Hoy en día, el cementerio está rodeado por bloques de vivienda, una residencia de
ancianos y varios centros de salud. El deterioro progresivo del espacio, y de todas las
infraestructuras del cementerio debido a su antigüedad motivaron que en el año 2016 el
Ayuntamiento optara por su clausura, una vez transcurridos diez años desde la última
inhumación.
Aunque se desconoce la autoría del proyecto, casi todos los camposantos de estas
características fueron construidos por arquitectos municipales.
Accediendo al camposanto, el visitante puede contemplar una portada muy
deteriorada donde destaca un tímpano rectangular que alberga un medallón en el centro y
dos pináculos a los lados. Todo el recinto dispone de un muro perimetral, realizado en sillería
recubierta de mortero, que alberga inscripciones de carácter religioso a ambos lados de la
portada. Una de las cartelas ha desaparecido por su propio deterioro; en la otra situada a la
izquierda de la entrada aún puede leerse: “Esta es al final entrada obligatoria que conduce
al infierno o a la gloria”.
Destacan los numerosos elementos decorativos de la portada, uno de los más
impactantes es el arco neogótico que sirve de soporte a la misma, y los numerosos
elementos simbólicos que la rodean: la guadaña, los elementos vegetales o la leyenda Pater
Noster (Padre Nuestro). Una vez traspasada la entrada, se accede al cementerio por la calle
Santa Teresa de Jesús, donde se encuentran algunos de los panteones más interesantes
desde el punto de vista artístico.
En el cementerio había varias dependencias auxiliares, como la capilla y un depósito
de cadáveres que eran construcciones indispensables para que funcionase el recinto.
Dependiendo del volumen de población y de las características del entorno, se
complementaban con otro tipo de construcciones como con osarios o las casas del capellán
y del sepulturero. Exceptuando la capilla, todas las demás construcciones auxiliares
acostumbraban a tener una planta rectangular de características muy similares.
Aunque la legislación de la época obligaba a todos los camposantos a albergar una
capilla, actualmente no hay restos de la más antigua, esta podría haber estado situada a la
entrada del recinto funerario con el fin de evitar que los familiares de los fallecidos tuvieran
que atravesar todo el cementerio para la celebración de los responsos (misas alejadas del
difunto).
La ampliación del cementerio permitió la construcción de una nueva capilla de
mayores dimensiones más acorde al crecimiento de los enterramientos. Esta capilla de
planta octogonal, está situada en uno de los extremos del cementerio y fue destruida en un
incendio. Actualmente solo se conservan sus ruinas, que permiten contemplar una arquería
de inspiración gótica que sostenía una cúpula hexagonal.
En uno de los extremos del cementerio se encuentran las ruinas del antiguo depósito
de cadáveres y de las salas de autopsias. Se trata de un edificio funcional, de trazado simple
y carácter amplio, que respetaba las medidas higienistas de su época. Junto a estas
dependencias se situaba el despacho del capellán.
El cementerio contaba con un pequeño espacio dedicado a las inhumaciones de las
personas que no eran católicas. Se encontraba situado en uno de los extremos más alejados
de la entrada al camposanto y estaba cerca del osario. El terreno estaba cercado por un
muro y separado por el trazado del tranvía eléctrico de Begoña, que circulaba por uno de
los laterales del cementerio.
El Cementerio de Begoña cuenta con casi 200 panteones en sus aproximadamente
10.000 m2. La mayoría de las inhumaciones se realizaron fundamentalmente como
enterramientos “de suelo” en los laterales de las calles Santa Teresa de Jesús, San Agustín y
Santa Lucía. Asimismo, se dispuso una zona para el enterramiento de niños en uno de los
laterales de la capilla, en la zona cercana al cementerio civil y muy cerca del muro que
separaba el cementerio de la línea tranviaria de Begoña.
El diseño del plano de Begoña y la localización de los enterramientos, al igual que en
el Cementerio de Vista Alegre permiten trazar muchas similitudes entre la ciudad de los vivos
y la ciudad de los muertos. En las vías principales del camposanto (Santa Teresa de Jesús,
San Agustín o Nuestra Señora de Begoña) corresponden a personas pertenecientes a la
burguesía begoñesa y bilbaína.
Los terrenos más alejados de las vías principales del camposanto y de la capilla
estaban destinados a sepulturas de suelo, mucho más llanas y asequibles, que se
caracterizan por las ausencias de elementos decorativos. La mayor parte de estas sepulturas
de suelo son sencillas, de un solo enterramiento, cubiertas de tierra y con una cruz en la
cabecera. Solo algunas de ellas cuentan con detalles estéticos como enterramientos de
verjas de hierro o cadenas que unen pivotes emplazados en los ángulos, en los que suelen
figurar antorchas encendidas. Además, en los años 20, existía una zona de nichos y osarios
ubicada en uno de los laterales de la capilla, en la zona cercana al cementerio civil y en el
área destinada a los enterramientos para niños. En la actualidad, el cementerio no dispone
de osarios ni de nichos.
El despegue industrial que tiene lugar en la Villa a finales del siglo XIX afectó
directamente a las necrópolis de Begoña y Bilbao. En consecuencia, se levantarán
numerosos monumentos funerarios, que eran promovidos mediante encargos directos que
las familias burguesas hicieron a artistas y arquitectos locales para honrar a sus difuntos y
transmitir la posición social y el nivel económico de sus familias.
La función del arte no será aterrorizar con la idea de la muerte, sino destacar las
cualidades del fallecido mediante figuraciones del dolor, alegorías o los tradicionales
símbolos de la iconografía cristiana, las cruces y ángeles. En este sentido los panteones del
Cementerio de Begoña se caracterizan por la variedad de su iconografía, basándose esta en
modelos clásicos y renacentistas.
Hay distintos elementos que gozan de una protección por parte del Departamento de
Patrimonio del Gobierno Vasco, con la obligación de conservarlos, debido a la importancia
de sus elementos escultóricos o arquitectónicos: la portada del cementerio (siglo XIX), la
capilla (siglo XIX), el Panteón García Andonegui (1910), Panteón Butrón Ayesta (principios
del siglo XX), Panteón Conmemorativo de Bernabé Garamendi (1918), Panteón Ituiño
(principios del siglo XIX) y el Edículo de Antonio Allende (1906) ,entre otros.
Otros sin embargo no gozan de esa protección, pero deben ser conservados debido a
su singularidad o importancia estética, artística e histórica: Panteón de la familia Castelo,
Panteón de Enrique Ariño, Panteón de Gregorio Urcaregui, el arco de entrada al depósito de
cadáveres y sala de autopsias, la figura del Cristo localizada en el panteón de la familia
Ferrández, el panteón Justino Delpón y la escultura de un ángel en el panteón de la familia
Alacano-Zubizarreta.
Por último, se han de mencionar los elementos decorativos o auxiliares que forman
parte de panteones o tumbas de suelo, estos elementos decorativos se podrán utilizar para
decorar otro reciente o integrarlos en el futuro parque que se construirá en el mismo lugar,
entre ellos destacan: las múltiples combinaciones de molduras, motivos florales, palmetas,
antorchas o relieves entre los que destacan relojes de arena indicando el paso del tiempo
de la vida, guadañas u otros elementos significativos de arte funerario. Estos elementos se
encuadran dentro del eclecticismo artístico de la época que mostraba un cuidadoso gusto
por los espacios ajardinados.
En los últimos veinte años, Bilbao ha sufrido una gran transformación y se han ido
derruyendo, transformando o adaptando viejos espacios a las nuevas necesidades, pese a
ello desde el Ayuntamiento se quiere optar por una vía que mantiene los viejos vestigios
integrados en los nuevos espacios, porque son recuerdos del tiempo pasado.
LOS CEMENTERIOS DE BILBAO: NACIMIENTO Y EVOLUCIÓN. Bilbao Zerbitzuak